La ducha
Abro la canilla más cercana. Es la fría, bien. Me contorneo hasta alcanzar la caliente y girar menos que ayer para no quemarme. Me saco el pijama, abro la cortina y noto la ausencia de toallas. Cuando hay una significa que Ana se bañó pero yo no, esta disposición me obliga a ir a buscar algo para secarse a un futuro yo.
Vuelvo al baño. Calculé mal, hay que ajustar la perilla caliente. Pongo un pie adentro, luego el otro. Veo todo desde arriba: El shampoo, el patito rosa y el naranja, el jabón, el acondicionador, el cepillo para las uñas. Todo parece tan lejano a mi alcance. Me pongo a pensar en la bañadera, en que algunas cosas nos atraen más por su potencia, por lo que podemos hacer con ella que por el uso que le damos...